lunes, julio 23, 2007

TLCAN, ALCA y OMC: un solo frente
por Peter Rosset / publicado en El Nuevo Diario

Hoy en día los pueblos de las Américas, desde Alaska y Canadá hasta la Tierra del Fuego, somos víctimas de la consolidación de un solo modelo económico y social que subordina las necesidades de la gente a los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales y los poderosos bancos financieros. El mismo fenómeno ocurre a nivel global, pero es brutal en las Américas, dado que el gobierno de Estados Unidos -y las trasnacionales de capital estadunidense que están detrás del gobierno- buscan crear reservas privadas para que las corporaciones estadunidenses cuenten con una desleal ventaja competitiva en su guerra comercial contra sus competidores europeos y japoneses.
Si bien el modelo neoliberal tiene muchos componentes -recorte drástico de presupuestos en servicios básicos, privatización de empresas e instituciones estatales, y hasta del agua y la vida misma- su centro es la famosa "liberalización del comercio", porque las grandes empresas de los países del norte tratan de conquistar los mercados del sur.
Desde fines de los 70 Estados Unidos buscó abrir los mercados del sur, lo que ha significado una presión indómita sobre estos países para que eliminen todo tipo de barreras a empresas y productos extranjeros: aranceles (impuestos sobre bienes importados), cuotas (límites anuales o mensuales sobre las cantidades de bienes determinados que se pueden importar), contratos preferenciales para la compra de bienes nacionales, y todo subsidio o preferencia que esos gobiernos daban a sus productores nacionales, sean industriales o agrícolas.
Al principio la presión se ejercía mediante la subordinación del Banco Mundial y el FMI a los intereses de Estados Unidos y las trasnacionales, utilizando los famosos "ajustes estructurales" para forzar la apertura de los mercados del sur. Posteriormente la presión pasó al terreno del ahora exánime del GATT (Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles), convertido ahora en Organización Mundial del Comercio (OMC), y las negociaciones de acuerdos regionales (TLCAN entre México, Estados Unidos y Canadá, y ahora ALCA para todas las Américas) y bilaterales, en las que Estados Unidos se sienta con los gobiernos de los países para presionarlos uno por uno.
A pesar del cambio de terreno, la meta ha sido la misma: abrir los mercados para que puedan ser usurpados por las corporaciones e inversionistas del primer mundo, especialmente Estados Unidos. Los resultados han sido devastadores, sobre todo en países miembros de los nuevos acuerdos, como en el caso de México con el TLCAN. Desde 1994, cuando entró en vigor, el porcentaje de la población mexicana que vive en la miseria aumentó de forma exorbitante y se ha producido una quiebra general de la pequeña y mediana empresas, resultando en la pérdida masiva de empleos. Por si fuera poco, el campo ha sido inundado con maíz importado de Estados Unidos a precios subsidiados por el gobierno estadunidense, de tal manera que centenares de miles de campesinos ya no pueden competir en el mercado de maíz -alimento básico del pueblo mexicano- y han sido obligados a abandonar sus tierras. Y 2003 será peor.
Habrá que entender bien que Estados Unidos busca lo mismo de todos los países: abrir sus mercados para que las empresas extranjeras puedan conquistarlos, desplazando a los productores nacionales de sus propios mercados. El resultado siempre será el mismo: mayor desempleo, salarios más bajos, más desplazamiento del campesinado -o sea, un costo social altísimo, pérdida enorme de soberanía y el retraso total de la búsqueda de un desarrollo económico nacional equitativo con espacio para todos. Hay que entender el TLCAN, el ALCA, la OMC y los acuerdos bilaterales como parte de lo mismo. Estados Unidos acosa a los gobiernos de cada país, y lo que no puede obtener en las negociaciones del ALCA lo quiere ganar en la OMC, y lo que no puede sacar de ninguno de los dos lo busca con una negociación regional o bilateral.
Firmar los acuerdos de la OMC en el ministerial a celebrarse en Cancún en septiembre 2003 significaría consolidar todos los países dentro de una gran economía global con la que Estados Unidos quiere asegurarse reservas privadas para que sus corporaciones tengan mayor acceso que las de Europa o Japón, garantizando su dominio. En otras palabras, estas reservas privadas podrían ser el TLCAN y el ALCA, lo cual hace más evidente que éstos, junto con la OMC, son parte de la misma arquitectura neoliberal global. No importa desde qué ángulo lo veamos: hay que suspenderlos o abrogarlos si queremos tener la esperanza de crear una nueva América.
El TLCAN, ALCA y la OMC son un solo frente de lucha contra la consolidación del modelo excluyente del neoliberalismo a nivel continental y global. La suspensión del capítulo agrícola del TLCAN y las derrotas del ALCA y de la OMC, ese último en Cancún el año entrante, representarían pasos importantes hacia la otra América, que es posible.
Codirector de Food First-Instituto de Políticas de Alimentación y Desarrollo, Estados Unidos.http://www.foodfirst.org

lunes, julio 09, 2007






La nueva estrategia de control
El dominio "democrático" y la lógica "antiterrorista" en América Latina




En los 80, salvo en Colombia, los militares de la "seguridad nacional" ya habían terminado con la izquierda revolucionaria y la resistencia armada en América Latina, había desaparecido la URSS como punto de referencia logística y organizativa de los movimientos revolucionarios, y Washington resolvió imponer un orden regional de dominio basado en el pacifismo, la democracia y los derechos humanos. En la nueva estrategia de dominio -sustitutiva del "viejo orden militar"- se impuso la "guerra contraterrorista" como nueva lógica de control político y social en la región.
A) El dominio "democrático"
Tras la desaparición de la URSS y de la Guerra Fría por áreas de influencia en América Latina, Washington implantó un nuevo sistema de control político y social que se situaba en las antípodas del anterior (basado en gobiernos y dictaduras represivas), y que explotaba el consenso masivo que despertaba la apertura de procesos constitucionales después de largos años de dictaduras militares con supresión de elecciones y parlamentos.
Paralelamente, y en el plano político, en la década del 80 los gobiernos "democráticos" fueron sustituyendo a los viejos y gastados gobiernos militares mediante elecciones, procesos constitucionales, y banderas de defensa de los derechos humanos.
En una Latinoamérica dormida por el "pacifismo", donde ya no existen métodos violentos de toma del poder revolucionario, sin huelgas generales, sin tomas de fábricas o de empresas, sin ataques contra los bancos o las trasnacionales, con movimientos sociales "revolucionarios" financiados y "domesticados" por las ONG del Imperio, el dominio militar abierto se había tornado obsoleto.
En otras palabras, la estrategia del control político y social por medios militares, fue sustituida gradualmente por administraciones civiles, poderes ejecutivos, parlamentos y cortes de justicia totalmente maleables a los intereses y objetivos de Washington y las trasnacionales capitalistas en la región.
Ese sueño que los bancos y las trasnacionales imperiales no pudieron concretar con las dictaduras y los golpes militares diseñados en el Departamento de Estado, hoy se cumple con la aceptación pasiva del sistema capitalista como "única alternativa", modelada masivamente en los cerebros por los sacerdotes de las grandes corporaciones mediáticas que han sustituido a los curas y a los maestros en la orientación de conducta social.
Ya sin hipótesis de conflicto "subversivo" los ejércitos de "seguridad e inteligencia" privados fueron sustituyendo más eficientemente en el control social y político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los ejércitos represores latinoamericanos que ya habían perdido vigencia con el ingreso de las democracias made in USA en los ochenta y los noventa.
Con una Latinoamérica domesticada por la democracia made in USA y los gobiernos dependientes (por derecha y por izquierda), la lógica del control social y político ya no la ejercen los militares y los tanques, sino los nuevos ejércitos de dominación: los medios de comunicación que nivelan a las mayorías desposeídas y a sus dirigentes en la doctrina de la resignación, haciendo realidad aquel precepto de máxima: la paz es el negocio del dominador.
Con la desaparición de la guerra por áreas de influencia con la URSS , las viejas consignas "anticomunistas" de las dictaduras militares formadas en la Escuela de las Américas fueron sustituídas gradualmente por las banderas de la lucha contra el terrorismo, las drogas y el crimen organizado con las que hoy EEUU justifica su injerencia intervencionista en la región latinoamericana.






B) La lógica "antiterrorista"
Ya desaparecido el "peligro rojo" con la URSS, y con un creciente proceso de conflictos sociales en varios países del área, ahora se intenta nivelar a las inteligencias militares y policiales regionales en la nueva hipótesis de conflicto: la "guerra contraterrorista" que sustituye en el tiempo a la "guerra antisubversiva" aplicada por las dictaduras militares de la década del setenta.
Sin focos de lucha armada (salvo Colombia), sin movimientos revolucionarios vertebradores en el continente o en el mundo, con la socialdemocracia "progresista" convertida en alternativa de "cambio", las guerras por el control social ya no se desarrollan en plano militar sino en el plano de la inteligencia y de la manipulación mediática con el "terrorismo" y la "seguridad".
Las nuevas hipótesis de conflicto regional y las coordenadas de control militar-estratégico se trazan a partir de la "guerra contra el terrorismo", que reemplaza en la lógica doctrinaria imperial a la "guerra contra el comunismo" de la década del setenta y de la era reaganiana en Latinoamérica.
La hipótesis de trabajo existe, en forma casi simultánea a los planes de Washington tras el 11-S, y salió de las entrañas de la CIA, de la Agencia de Seguridad Nacional, el FBI, y la Agencia de Inteligencia para la Defensa, es decir, de los máximos proveedores de inteligencia a la Casa Blanca.
Para los que manejan y procesan información estratégica, el sustento funcional del plan, su argumentación central, fue claramente expresado por el entonces director de la CIA, Porter Goss, durante un informe que brindó ante el Senado, a fines de febrero de 2004.
En su exposición ante el Comité de Inteligencia del Senado el director de la CIA señaló que las "células clandestinas" de la red Al Qaeda, los "terroristas" de las FARC, y las ambiciones nucleares del régimen de Irán, son las principales amenazas que enfrentan los intereses de EEUU en el mundo.
A este plan se le suma -como táctica de "cierre" complementario- la estrategia desarrollada en forma permanente por el Departamento de Estado para complicar a Cuba y Venezuela con las FARC en supuestos planes y operaciones para desestabilizar la región, principalmente Bolivia.
En sus primeros pasos, la metodología de mezclar en una misma bolsa a Cuba, Venezuela, las FARC y las organizaciones combativas de ultra izquierda (sobre todo de Bolivia) intentaría demostrar que el "terrorismo", tanto local como internacional, está operando en forma fusionada para potenciar sus resultados "criminales" a nivel mundial, incluido el territorio latinoamericano.
La nueva estrategia -expresada casi crudamente por los jefes militares y de inteligencia estadounidenses- busca instalar la "guerra contraterrorista" global en América Latina mezclando a las FARC y otras organizaciones armadas con planes del "terrorismo internacional" orientados a vulnerar la seguridad nacional de EEUU y a desestabilizar toda la región.
En marzo de 2005, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, visitó América Latina para cerrar (mejor dicho, imponer) acuerdos concretos ya en curso contenidos en la nueva estrategia de guerra contraterrorista global que Washington y el Pentágono ya tienen diseñada para la región, tal cual como fue expuesta en el Congreso estadounidense por el jefe de la CIA, Porter Goss, y el entonces comandante del Comando Sur de EEUU, general Bantz Craddock.
Es en ese punto donde la estrategia regional imperial-estadounidense se enlaza con la red latinoamericana de espionaje montada por la Central de Inteligencia (CIA) estadounidense y el servicio de inteligencia israelí (Mossad), cuyo objetivo central -sostenido institucionalmente tanto por EEUU e Israel es la "guerra contraterrorista" desarrollada en el campo de la inteligencia, de los medios de comunicación y de las operaciones especiales.
Dentro de este nuevo esquema los servicios de información latinoamericanos se convirtieron en sucursales de las políticas de inteligencia diseñadas para el control operativo y estratégico de Washington y Tel Aviv en la región.
Las nuevas hipótesis de conflicto "terrorista", a su vez, buscan complementar y dar sustento "doctrinario" a las legislaciones de mano dura y de criminalización de conflictos sociales que ya funcionan en muchos países de la región, caso de Argentina, el Estado con mayor cantidad de presos políticos de la región.




D) La nueva estrategia de control
Así como los preceptos doctrinarios de la "doctrina de seguridad nacional" identificaron al "subversivo" como el principal enemigo de la "libertad" y el "orden", la nueva doctrina sitúa al "terrorista" como la fuente del "caos" y la "violencia" que amenazan por igual a toda la región.
Ya sin hipótesis de conflicto "subversivo" los ejércitos de "seguridad e inteligencia" privados fueron sustituyendo más eficientemente en el control social y político a las vetustas y desmovilizadas tropas de los ejércitos militares represores latinoamericanos que ya habían perdido vigencia con el ingreso de las democracias made in USA en los ochenta y los noventa.
El "cuco terrorista" de las FARC, convertidas en una "Al Qaeda latinoamericana", es el caballito de batalla que están utilizando el Pentágono y la inteligencia norteamericana para abrochar dentro de un "modelo colombiano" a todos los gobiernos de la región.
Complementariamente a la "lucha contra el terrorismo" se desarrolla la lucha contra el narcotráfico y el "crimen organizado", en cuyas hipótesis de conflicto se busca ensamblar en una estrategia y un funcionamiento común a los ejércitos, las policías y los servicios de inteligencia latinoamericanos.
Operativamente la "guerra contraterrorista" busca alinear -mediante acuerdos de cooperación militar, tratados, entrenamiento y operaciones conjuntas- a los servicios de inteligencia, policías y ejércitos regionales en un plan estratégico de "combate contra el terrorismo", cuyo eje organizador y operativo se centralice en el Comando Sur de Estados Unidos.
El FBI norteamericano está presente además en las delegaciones diplomáticas de Brasilia, Buenos Aires, Santiago de Chile, Caracas, Bogotá, Ciudad de Panamá y Ciudad de México y cuenta con 53 oficinas en el mundo para la "lucha contra el terrorismo".
Detrás del "terrorista" se agazapan el negocio de las drogas, la prostitución, las mafias y las armas, pero, básicamente en sus entrañas acechan los viejos fantasmas del "caos" y de la "violencia", cuyo enganche con los conflictos sociales sintetiza el flamante objetivo neo-represor de la "guerra contraterrorista" de EEUU e Israel en el continente.
Además, con la "guerra contraterrorista" como telón de fondo se pone en marcha un plan geopolítico estratégico con el cual Washington intenta afianzar su dominio geo-militar estratégico sobre las estructuras económicas y los recursos naturales y de biodiversidad de la región.
Mediante el acuerdo con Paraguay el imperio norteamericano estableció un anillo militar sobre el acuífero guaraní, una de las mayores reservas de agua potable del mundo.
Desde su emplazamiento militar estratégico en suelo paraguayo, el Pentágono ya controla las monumentales represas hidroeléctrica, de Itaupú y Yaciretá, monitoreando y teniendo bajo su radio de influencia militar a los mayores potenciales de energía de la región.
La fuerza aérea norteamericana podrá alcanzar, en solo minutos, blancos en el Amazonas, en el Mato Grosso, o en la propia represa de Salto Grande en Uruguay.
Además de permanecer alerta y en capacidad de prevenir y/o abortar cualquier brote de "conflicto", sea militar, social o político, que pueda alterar los estándares del dominio estadounidense en la región.
El emplazamiento militar en la Triple Frontera, argumentado por el "peligro terrorista", le permite al Comando Sur estar cerca de las cinco fronteras (Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela) donde se halla la gigantesca bolsa de petróleo compartida.
Agua, gas, petróleo, biodiversidad y una plataforma continental (la Amazonia), vitales para su supervivencia futura, se presentan como los detonantes principales del plan de control geopolítico-militar de las cinco fronteras desarrollado por Washington bajo la fachada de la "guerra contra el terrorismo".
En cuanto al control geopolítico: la estrategia "contraterrorista busca alinear en un mismo programa y en una misma agenda política a los gobiernos regionales -tanto "progresistas" como "neoliberales"- en un eje vertebrador central que es la defensa de la democracia regional amenazada por el narcotráfico y el peligro del "terrorismo internacional" (Plan de acción institucional).
En cuanto al control militar: busca alinear -mediante acuerdos de cooperación militar, tratados, entrenamiento y operaciones conjuntas- a los servicios de inteligencia, policías y ejércitos regionales en un plan estratégico de "combate contra el terrorismo", cuyo eje organizador y operativo es el Comando Sur de Estados Unidos (Plan contraterrorista).
En cuanto al control social: busca alinear a los gobiernos regionales -mediante convenios de seguridad y entrenaamiento conjunto- en un mismo plan represivo contra los conflictos sociales, cuya consigna aglutinadora es la de preservar a la sociedad del "caos y la violencia terrorista" de las organizaciones sociales, los sindicatos y los partidos de izquierda que proponen y realizan huelgas, tomas de fábricas o de empresas, o bloqueos de rutas (Plan de contención de conflictos sociales).


La "democracia blindada"
Este plan estratégico general se cierra con el nuevo proyecto del Departamento de Estado de reinsertar nuevamente a las fuerzas armadas latinoamericanas en tareas de represión interna, configuradas dentro de la llamada "guerra contra las drogas, las pandillas, la delincuencia común y el crimen organizado" que complementan a la "guerra contra el terrorismo" en la nueva estrategia de dominio regional.
El proyecto busca insertar a las FFAA en una nueva hipótesis de seguridad regional, no ya basado en un "orden militar" (como la vieja Doctrina de seguridad Nacional) sino en un "orden democrático" y preservando la gobernabilidad constitucional.
Se trata de un salto cualitativo transformacional, donde las FFAA recobran su poder represivo no ya desde un gobierno militar (de facto e ilegítimo), sino desde un gobierno constitucional legitimado por el voto popular.
Y la nueva hipótesis de conflicto ya no es defender a la nación de un enemigo ideológico (el "rojo subversivo" proveniente de la Unión Soviética) , sino de un enemigo "terrorista" (proveniente de las redes islámicas internacionales) que se inserta en las sociedades a través del narcotráfico y el crimen organizado.
Esa es la tesis central de la "democracia blindada" que Washington está estudiando aplicar para detener los conflictos sociales que se avecinan en América Latina como consecuencia de la brutal concentración de riqueza ( y su contrapartida de pobreza, desocupación y exclusión) que produce el actual modelo de explotación capitalista en la región.
Se trata, en resumen, de complementar la fachada "democrática" del dominio con la represión militar, pero "sin que se note", y con las mayorías viviendo periódicamente la euforia de "elegir libremente en las urnas".
Algo que ni al propio Maquiavelo se le hubiera ocurrido.
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jueves, julio 05, 2007




Esto se acabó




El hecho de que la “Concertación de Partidos por la Democracia” se acabó, es un secreto a voces que discurre día a día como un escalofrío espeluznante las espaldas de quienes mal llevan el peso del Gobierno del país.
La Concertación cometió el mayor error de su breve historia al decidir que Michelle Bachelet fuese su candidata a la Presidencia de la República. No fue un error en el sentido electoral, porque de hecho ganaron. Pero fue una decisión electoral que les costará la pérdida del Poder y la final deconstrucción del conglomerado.
Pinochet ya no existe, y el Régimen Militar es hoy apenas un magro fantasma que recorre Chile como el Viejo del Saco: ese que sólo sirve para asustar a los niños demasiado ingenuos para rebelarse y abrir los ojos a la verdad.
Y la verdad es que en la última elección Presidencial, el país eligió equivocadamente a una mujer que carece de todas las condiciones necesarias para liderar a la Nación, y que lo ha demostrado de manera patente en menos de dos años de desgobierno.
No estoy seguro de que la señora Alvear lo hubiese hecho mucho mejor, pero tengo serias dudas de que, al menos, lo habría hecho mejor que Bachelet, pese a que ninguna de las dos –en realidad ninguno de los candidatos- era ni será lo que el país necesita.
El verdadero problema de Chile radica precisamente en eso: en la total falta de Liderazgo de nuestra “clase” política.
Porque aunque a muchos les parezca que un Lagos, un Frei, incluso un Lavín o un Piñera son cierto tipo de líderes, la verdad es que están demasiado lejos de lo que en realidad implica el término.
Un Líder, un Conductor, un Gobernante, es fundamentalmente alguien que está para Servir a la Nación.
Cuando todos los días veo como los “líderes” políticos del país dan amplias muestras de su soberbia, de su orgullo y de sus no menores ambiciones, me convenzo aún más profundamente de que Chile no logrará nunca llegar a Ser lo que soñamos mientras ellos estén en el Poder.
Y lo peor de todo, es que tampoco veo que haya quienes puedan reemplazarlos.
Por eso, no es que esté particularmente feliz al saber -ya ahora- que la Concertación se acabó, ni tampoco me hace feliz pensar que la Alianza vaya a Gobernar. Eso, pese a que creo que incluso allí es posible que haya algunos verdaderos Líderes valiosos de verdad, que por lo mismo, nunca serán ni han sido candidatos de nada.
Al Igual que Cronos, la Izquierda y la derecha tienden a comerse a sus mejores hijos mientras no haya nadie que les dé una piedra que tragar. Y lo hacen porque está inscrito en su código genético el hecho de que en realidad no son lo que una Nación requiere para llegar a Ser lo que debe Ser: son apenas una pequeña parte –mezquina y a veces abominable- de lo que todos nosotros también llevamos dentro como hijos de esta Tierra.
La falta de liderazgo de nuestra “clase” política, tiene correlato directo con la falta de competencia de aquellos a quienes ellos mismos escogen para implementar sus políticas. El costo de ello –que vemos tan claramente reflejado en el Transantiago-, es que es el Pueblo quien debe pagar día a día los errores de quienes nos Gobiernan.
¡Y ojo!, porque quienes nos gobiernan no son únicamente los miembros del Gobierno y la coalición de Bachelet, sino también la propia Oposición: todos juntos.
En efecto, todos ellos juntos nos Gobiernan, bajo la tutela conspicua de quienes en realidad controlan la política del país: la “clase” económica, que no tiene otra ideología más que el materialismo, ni otro soberano que el dinero como primera lealtad.
Y es ese el motivo verdadero del porqué estamos como estamos, y porque seguiremos estando más o menos igual cuando mis hijos y los hijos de sus hijos tengan edad de pensar en estas cosas.
Porque Chile dejó hace mucho tiempo de tener una Política verdadera.
La reemplazó con una verdadera Economía, y desde entonces, esta gobierna a aquella.
Por eso no sorprende que el Ministro de Economía tenga más “poder” efectivo que el Vicepresidente: porque en este modelo es la economía la que dicta las normas de la política y no al revés.
Y así lo vemos precisamente en el Transantiago con todas sus nefastas consecuencias.
En 1975 En esa época la ETC era una Empresa de Transportes del Estado.
Cierto, estaba plagada de corrupción y mal administrada. Pero funcionaba y funcionaba relativamente bien, porque el Transporte Colectivo se consideraba un Servicio Público, y los Choferes eran precisamente eso: servidores públicos.
Pero ese experimento “socialista y estatizante” debía desaparecer, y así aparecieron las variopintas e infinitas líneas y variantes con que crecimos entre finales de los 70 y mediados de los ’90: desde la diminutas “liebres” de color verde y la mítica “Canal San Carlos” que tenía micros exclusivas para escolares, hasta las recordadas “Matadero Palma”, que eran exactamente lo que su nombre anunciaba.
Luego vino la revolución de los buses amarillos, y -de la noche a la mañana- Santiago dejó de ser multicolor y se volvió del color de la DC.
Y ya en ese momento se notaron los efectos de cambio –estético en muchos casos, porque buena parte de la flota siguió siendo la misma de antes-, que produjo en la población ese primer experimento de “racionalización” del transporte público: la mayoría de los adultos mayores era incapaz de diferenciar una micro de otra, y la confusión de número y recorridos tomó mucho tiempo en resolverse para los pasajeros.
Pero era un sistema “privado”, y -en el Boom de la “empresaritis” de los 90’-, ese concepto tendía a ser sinónimo de “más eficiente”.
Y pasó lo que siempre pasa cuando el Estado no tiene las herramientas necesarias para regular correctamente –sin poner trabas, pero sin ataduras para gobernar-, la labor de los Privados: el sistema tendió a convertirse en un monopolio. Al menos en un oligopolio.
Y fue a esos mismos Empresarios a quienes la propia Concertación les había entregado el deber (del Estado) de brindar un servicio público de transporte para la ciudad, a quienes luego quiso eliminar del mercado precisamente porque habían acumulado demasiado Poder, o quizá, porque había otros interesados en entrar en el “negocio”.
Y así llegamos al Transantiago: de la mano de la nueva enfermedad de la “licitacionitis” laguista.
La “licitacionitis” brotó como la peste, cuando al Gobierno se le ocurrió que –como ellos ya no eran “socialistas” y estatistas, sino “socialdemócratas”, librepensadores y ahora creían en la economía ("social") de mercado-, era mejor despojar al Estado de toda competencia en materia de servicios públicos, y entregarlos en masa y a manos llenas a los privados.
Así nos llenamos de “vías licitadas”, “autopistas licitadas”, “puentes licitados”, “colegios licitados”, “cárceles licitadas”, “viviendas sociales licitadas” (que se conocen mejor como “Casas Copeva” y “Chubi”), y cuanta licitación fuera posible inventar a propósito de desligar totalmente al Estado del deber de implementar y hacerse verdaderamente cargo de los Servicios y las Políticas Sociales.
Y por cierto, detrás de todo ello no estaba en realidad ninguna verdadera POLÍTICA, porque la fundamentación real era -y ha sido siempre- ECONÓMICA.
En Chile Gobierna la Economía, y la “política” sigue sus pasos como un quiltro callejero, mojado y asustado de ladrar demasiado fuerte para no incomodar al amo.
Por eso no deja de causarme una risa sardónica cada vez que escucho que Lagos fue un gran “Estadista”…
En honor a la verdad, deberían decir de una vez por todas que fue un verdadero “Economista”, que es lo que siempre ha sido como se lo reconoció muy justamente el Empresariado de “izquierda y derecha” que lo premió y aplaudió a rabiar en un recordado ICARE.
El efecto de todo esto ha sido un continuo gasto en el pozo sin fondo de los “subsidios” –una miserable compensación Económica a los más pobres-, a expensas de una ausencia total de verdaderas Políticas Sociales.
Y es por eso que -pese al aumento casi obsceno del presupuesto de Educación, Salud y Vivienda en los últimos veinte años-, en Chile la Educación es pésima, no hay Salud, y aún no tenemos casas verdaderamente Dignas para todos los compatriotas de la Nación.
No porque no haya dinero –hoy sobra-, sino porque tenemos a un Estado que ha renunciado a hacerse verdaderamente cargo de esos Servicios Sociales con Competencia, Liderazgo y Visión Política.
Yo creo que esto se acabó.
Porque el país ya no resiste la falta de compromiso de la “clase” política con la Nación.
Porque tenemos un Estado que pesa menos que un paquete de cabritas.
Y porque la casi totalidad de quienes nos Gobiernan, de Izquierda y de Derecha, nada tienen de verdadera visión y formación Política, sino que son engendros bastardos de una cruza híbrida entre materialismo neoliberal marxista, y ambiciones nauseabundas de Poder.
Sin embargo lo que a mí me preocupa no son ellos.
Ellos –como en el calvinismo-, ya están condenados a ser lo que son y han sido, no importa lo que intenten hacer.
Lo que a mí me preocupa de verdad, es ver cómo Chile -como cada uno de nosotros-, no hace verdaderamente nada por sacárselos de encima de una vez y para siempre.
Si los Pueblos tienen los Gobiernos que se merecen, y las Naciones los Políticos que se merecen, entonces de verdad estoy preocupado.
Porque si nos merecemos esto, entonces Chile de verdad ya se acabó.
Y no importa en absoluto cómo le digan de ahora en adelante.
Porque una Nación que no es capaz de generar y escoger verdaderos Líderes que la lleven a asumir su destino, simplemente no merece seguir existiendo.